Doce y media de la mañana de un jueves. Segunda planta de la Agencia Tributaria. En la parte más alejada de la sala, tres mesas para consultas. Son las únicas que están aisladas con paneles a cada lado, supongo que para que los visitantes puedan confesar al funcionario de turno sus secretos fiscales más íntimos.
En la mesa de la izquierda atiende una chica preciosa. Lleva un traje ceñido con un escote de los que son un imán para la vista. La miro durante unos segundos y como si mis ojos lanzaran unos rayos invisibles que ella ha sentido, retira la vista de la pantalla de su ordenador para mirarme. Disimulo hablando con Paul.
-¿Traes papel y lápiz para anotar lo que nos dicen?
- Espera -mete la mano en la cartera que cuelga de su hombro y la recorre con su mano sin encontrar nada- No, pero seguro que algo gratis dan aquí ¿no? - Paul, Holandés de cuarenta años, vive en España desde hace año y medio. Habla bastante bien español aunque con un acento muy marcado. Cuando no dice nada, su altura y su piel rosada le delatan.
Me fijo en la mesa del centro. Atiende una funcionaria pura raza, de las que hacen bueno el tópico. Tiene más de cincuenta pero aparenta al menos sesenta. Da la impresión de ser la más rápida de la sala. De las que contestan con monosílabos y miran a uno y otro lado para que no olvides que te tienes que ir. Ha entregado un papel a un señor mayor y ha dicho algo girando la cabeza a un lado.
He vuelto a cruzar la mirada con la chica del escote. Ha vuelto a ganar, pero esta vez he aguantado unos segundos. Me quedo mirando el suelo.
A la derecha, sentado tras la mesa, un funcionario pelirrojo de unos 45 años y de estatura media. Parece serio, y gesticula exageradamente tratando de explicar algo al que está sentado al otro lado de su mesa. Se levanta a por unos papeles que ha imprimido y cuando pasa por nuestro lado nos dice que enseguida está con nosotros. ¡Adiós a la chica del escote! La miro como para despedirme y está de pie apoyada con sus manos en su mesa mirando unos papeles dejando ver sin reparos gran parte de su prominente pecho. Esta vez no hay cruce de miradas.
El pelirrojo, haciendo un gesto con la mano, nos indica que podemos acercarnos. Nos pide que nos sentemos.
- A ver, ¿que es lo que os pasa? - Me mira a mi mientras pregunta.
- Quiero saber cómo tengo que siendo de holanda y vivo en España presentar los papeles de Hacienda - Paul ha contestado sin esperar a que yo diga nada.
El pelirrojo empezó a hablar y a gesticular de una manera tan rápida que yo miraba a Paul esperando verle con cara de no estar enterándose de nada. Pero para mi sorpresa, no era así. Dada la dificultad del tema a tratar, era sorprendente como una persona que no habla a la perfección el español estaba aprendiendo con una sola explicación las obligaciones fiscales de quien compra y vende en Europa. Cuando en algún momento no acababa de comprender algo, Paul lo repetía con sus palabras para que el pelirrojo le corrigiera.
En la cara del funcionario se veía la satisfacción del trabajo bien hecho. Durante las explicaciones había garabateado un par de folios que aunque sin el acompañamiento de las palabras no tenían sentido, Paul le pidió llevarse.
Una vez terminada la clase, bajamos a la primera planta a entregar un impreso. Paul me mira y me dice que le falta rellenar la fecha y que no se acuerda de qué día es hoy. -Me he quedado con la mente en blanco y me duele mucho- No me extraña, se ha enfrentado durante más de media hora a un funcionario que le ha explicado como funciona el IVA y el IRPF en las operaciones intracomunitarias.
Mientras esperamos en la cola del registro se nos acerca un chico que nos pregunta donde puede ir a que le resuelvan una duda.
- Segunda planta, al final de la sala. Intenta que te toque el pelirrojo- le contesté rápidamente.